Psicoanálisis

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Para la consecución de los fines que el psicoanálisis persigue, sigue siendo necesario lo que Jacques Lacan dijo hace casi seis décadas: restaurar el filo cortante de la verdad de la praxis freudiana, para de esa manera denunciar desviaciones, refrendar compromisos y evitar degradaciones. El objetivo es triple pero la táctica, una: la asidua crítica.

Que el psicoanálisis permanezca abierto a la contrastación de sus preceptos, a la reformulación de sus concepciones y a la reflexión de sus postulados desde otros saberes, contemporiza con lo que hace las veces de antídoto a la dogmatización. Hablamos de reflexionar sobre lo psicoanalítico en su vertiente metapsicológica pues ya se sabe que en el campo clínico se trabaja con un discurso que no debiera ser reflexivo.

El pensamiento crítico es solidario del escepticismo del psicoanalista. Donde ambos divergen es en lo relativo al juicio: mientras el analista se abstiene de enunciarlo, el pensamiento crítico lo formula. Entiéndase que nos referimos al analista en su práctica clínica, porque sobre el instante presente en materia de realidad social, el analista es convocado –como cualquier otro– a pronunciarse,  explicitando las razones de su esclarecimiento. La neutralidad analítica del gabinete nada tiene que ver con el silencio cómplice en lo político.

En Fractal suscribimos que al psicoanálisis le sigue correspondiendo un deber en nuestro mundo (que ha devenido inmundo, decía Lacan). Si lo que enferma al sujeto es el pensamiento, es más que nunca necesario que éste sea crítico en tiempos donde la propuesta que impera es el llamado neuroanálisis. Es ahí donde el psicoanálisis es convocado a restaurar sus blasones. Lacan habló de que también existe la subjetividad de una época, y llamó a no arrellanarse en el más corruptor de los conforts [que] es el intelectual.