El problema de nuestros tiempos

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El problema de nuestros tiempos
es que el futuro ya no es lo que era.

La irónica sentencia de Paul Valéry ha sido cierta siempre. También hoy, el mundo es distinto a lo previsto. Las preocupaciones más acuciantes, sin embargo, son muy específicas: la amenaza nuclear, el socavamiento de las democracias, la disrupción tecnocientífica, el cambio climático, la biocustodia, la nueva guerra fría y la bioseguridad.

En los últimos 15 años se han encadenado 3 crisis (debacle inmobiliaria, pandemia e invasión de Rusia a Ucrania); se ha roto el equilibrio geopolítico gestándose una debacle humanitaria como no sucedía desde hace ocho décadas, en medio de una crisis económica sólo comparable a la de hace casi un siglo.

 

Los científicos informan  que el Antropoceno configura el riesgo de una sexta extinción masiva (la quinta ocurrió hace sesenta y seis millones de años). Revísese la muy pormenorizada investigación que el Anthropocene Working Group realiza, amén de lo que diversos especialistas denuncian por todos los medios a su alcance, no sin proponer alternativas (por ejemplo: Sustainability and Peaceful Coexistence for the Anthropocene. Pasi Heikkurinen ed., London, Routledge, 2017).

Cada año 31 millones de personas se ven forzadas a desplazarse, no por conflictos bélicos (el de Ucrania podría llegar a sumar 10 millones) sino por efectos del calentamiento global.

Estamos a 100 segundos de la medianoche en el llamado reloj del Apocalipsis, según el Bulletin of the Atomic Scientists, donde colaboran once premios Nobel.

https://thebulletin.org/doomsday-clock/current-time/

Para esta debacle, Noam Chomsky propone una categoría más ácida, si cabe: Capitalistoceno (N. Chomsky. Internationalism or Extinction, United Kingdom, Routledge, 2019).

Nada de esto es nuevo si desde agosto de 1945 sabemos demasiado bien los riesgos que hoy se actualizan con el conflicto que en Ucrania estaba aguardando suceder. Y es que asistimos a una paradoja colosal: “la OTAN tiene su razón de ser en la gestión de los riesgos que su propia existencia ha creado”. El razonamiento es de Richard Sakwa para formular lo que en esa zona del mundo se respira desde 1991, año de la independencia de Ucrania (Richard Sakwa. Frontline Ukrain. Crisis in the Borderlands , Londres, Tauris, 2016).

De sobra sabemos lo que se avecina: la pauperización de las sociedades y el rearme de los estados se ha traducido siempre en racismo, xenofobia, paranoia antiinmigrante y ascenso de las ultraderechas nacionalistas.

“…no puedo imaginar límites a la osada depravación de los tiempos que corren, en tanto los agentes del mercado se erigen en guardia pretoriana del gobierno, en su herramienta y en su tirano a la misma vez, sobornándolo con liberalidad e intimidándolo con sus estrategias de opciones y sus exigencias”. Esta declaración

–que podría leerse hoy día en The Guardian o en el New York Times– data de 1791 y su autor es uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América: James Madison. Queda enfatizado que ninguno de estos temas es nuevo. Pero nuestros análisis, aún cuando aborden viejos tópicos, sí deben ser exigentemente novedosos. Es el momento de las argumentaciones precisas y claras, de las formulaciones críticas. Mark Twain decía que “la historia no se repite… pero a veces rima”.  Habrá que leer bien esa poesía trágica.

La tarea principal del pensamiento crítico es objetar, contrastando –cuando menos– dos perspectivas. Por esa razón, debe decirse también que hoy el mundo también es diferente por hechos alentadores, que van a contrapelo de lo antes dicho:

 

En 30 años, el Protocolo de Montreal (1987) ha conseguido un logro de incalculable importancia en materia medioambiental: la catástrofe del agujero antártico de ozono ha iniciado un proceso de reversión que podría concluir en 2060. Es verdad que el efecto invernadero podría ralentizar (incluso malograr) esta reversión pero recuérdese que en 1992 fue instituida la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para atender ese problema concreto. Desde 1995 los representantes de 200 países se reúnen cada año para evaluar los compromisos que cada país contrae a favor de una economía neutra en carbono, es decir, no basada en combustibles fósiles.

Entre los efectos de la Convención ha habido tres de singular importancia: el Protocolo de Kioto (1997), que por resistencias diversas se hizo efectivo en el 2005; el Acuerdo de París (2015) donde se pactó reducir la emisión de gases limitando el aumento de la temperatura media del planeta a 2 grados centígrados –1.5 idealmente– en relación a los índices preindustriales (los últimos informes indican que la temperatura ya ha aumentado 1.1 grados); y el Pacto Verde Europeo (2019) para disminuir el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, combatir la deforestación, así como impulsar el reciclaje, el uso de energías renovables y de coches eléctricos.

Para el 2030 se espera alcanzar el 40% de reducción de emisiones en relación a 1990. Pero si se impulsan legislaciones estrictas sobre baterías, programas de energía eólica marina, estrategias industriales afines a una economía circular y la construcción de edificios inteligentes, podría aspirarse al 50% de reducción de emisiones hacia el año 2050.

En Finlandia, por dar un ejemplo arquitectónico, un solo rascacielos de madera es capaz de captar 9 millones de kg. de CO2, lo que equivale a la función que realizarían 10,000 bosques:

https://www.euronews.com/green/2022/03/28/sweden-s-innovative-wooden-skyscraper-captures-as-much-carbon-as-10-000-forests?minutetv=true

En consonancia, los avances en materia de fusión nuclear han permitido que en China un reactor devenga un auténtico “sol artificial” manteniendo por 17.5 minutos una temperatura de 70 millones de grados (5 veces más que la de un sol real). Hablamos de energía barata, limpia y –virtualmente– ilimitada. 

Así, en materia de pensamiento crítico y en relación a los asuntos aquí tratados, vale la divisa de San Agustín: “hay que buscar como quien debe encontrar, y encontrar como quien debe seguir buscando”.

 

por  Alfonso Herrera

 

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