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The Green New Deal, explained
Los oligopolios: biocontrol y necropolítica Screen New Deal
En un luminoso escrito publicado hace un año, Naomi Klein, autora de The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism, advertía que el entonces gobernador de NY Andrew Cuomo (hoy caído en desgracia) había anunciado que Eric Schmidt (ex CEO de Google) encabezaría una comisión para perfilar una realidad post-Covid en función de 3 ejes: banda ancha, aprendizaje a distancia y telesalud.
Hoy, esa comisión es una realidad:
La denuncia de Naomi Klein fue relevante porque Eric Schmidt es presidente de la Junta de Innovación de Defensa (consultora del Departamento de Defensa de EUA en materia de inteligencia artificial en el ejército). Es también presidente de la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial (NSCAI) que asesora al Congreso sobre los avances en el terreno de la inteligencia artificial.
‘I Could Solve Most of Your Problems’: Eric Schmidt’s Pentagon Offensive
Ambas entidades tienen entre sus miembros a CEOs de Amazon, Microsoft, Facebook, Oracle y Google. ¿Es casual que en aquel entonces (martes 5 de mayo del 2020) Cuomo anunciara también un acuerdo con la Fundación Bill y Melinda Gates para desarrollar un sistema educativo digital? Naomi Klein se decanta por la negativa.
Gracias al Centro de Información de Privacidad Electrónica que invocó la Ley de Libertad de Información, se ha tenido acceso a un informe que el NSCAI –presidido por Schmidt– presentó en mayo del 2019 al Congreso. Se lee ahí que los adelantos de China en materia de vehículos autónomos, diagnósticos médicos mediante inteligencia artificial, ciudades inteligentes, infraestructura digital, etc., serán muy difíciles de remontar mientras EU siga enfrentando la peor depresión económica desde 1929.
En un artículo publicado por el NYT, Schmidt afirmaba en febrero de 2020:
China’s overall investments in research and development are expected to surpass those of the United States within 10 years, around the same time its
economy is projected to become larger than ours. Unless these trends change, in the 2030s we will be competing with a country that has a bigger economy, more research and development investments, better research, wider deployment of new technologies and stronger computing infrastructure.[…] Americans should be wary of living in a world shaped by China’s view of the relationship between technology and authoritarian governance. […] Ultimately, the Chinese are competing to become the world’s leading innovators, and the United States is not playing to win.
Para Schmidt, el Departamento de Defensa debe desarrollar capacidades innovadoras en inteligencia artificial, cuántica, hipersónica y otras áreas tecnológicas prioritarias.
Nótese que todo esto sucedía dos semanas antes de que el brote de coronavirus se declarara pandemia, y nuca se mencionó que el objetivo de esta vasta expansión de alta tecnología era proteger la salud de los norteamericanos. Dos meses después (abril 2020), los mismos argumentos esgrimidos para detener a China se presentaban como la única opción viable para mantener resguardada a la población de las pandemias por venir.
En otro artículo escrito para el Wall Street Journal, Schmidt fue explícito sobre las intenciones de aprovechar la crisis sanitaria para un cambio permanente donde la economía, la salud y la educación encabecen el tele-todo.
¿Un capitalismo verde? Green New Deal
A contramano, tenemos el Green New Deal propuesto en febrero del 2019 por la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez.[1] Se trata de un sintagma propuesto por el articulista del New York Times Thomas L. Friedman el 2009.
Aunque la propuesta fue tildada de ingenua e innecesaria, The Green New Deal representa una sólida propuesta de filosofía económica que tiene su antecedente en Alexander Hamilton, padre de la política industrial norteamericana. No es casual entonces que hablar de Screen New Deal y de Green New Deal tengan como raíz sintagmática común el New Deal de F.D. Roossevelt (1933-1939), cuya política de inversión en investigación y desarrollo primó hasta 1980. Al punto de que hoy día se afirma (hablando del periodo en que Roosevelt gobernara):
Almost all of the technology we think of in terms of Silicon Valley and the like—computers, telecommunications, semiconductors—came directly out of that government R&D Budget […] our industrial pragmatism ceased in most sectors around 1980. They claim that policy makers grew too ideological: They read too much Friedman, deregulated the financial sector, and adopted a gospel of free trade. These actions allowed East Asian countries to overwhelm American manufacturing.[2]
Desde este punto de vista, el Green New Deal es un llamado a recuperar el sentido original de la política industrial norteamericana cuyo propósito (abandonado en 1980) era fortalecer el sector manufacturero. Para decirlo más claro: lograr que la energía renovable sea barata es el mayor reto de la conversión industrial contemporánea.
El banderazo de salida para este golpe de timón debe venir del sector público, no de Google (la innovación depende del Estado, dice en síntesis Mariana Mazzucato).[3] Tal como sucedió con el proyecto de alunizar, John F. Kennedy sembró una posibilidad en el imaginario y el sector privado se abocó a ello. No en balde, el Green New Deal se presenta como our generation’s moonshot, dicen sus arúspices norteamericanos. Dicho de otra manera: acometer el desastre ecológico implica necesariamente replantear las directrices económicas, y esa piedra de toque corresponde al poder público.
Así, a velocidad warp (dice Naomi Klein), las cosas se mueven en un sentido muy preciso:
- Un futuro basado en la inteligencia artificial con miles de sujetos hiperexplotados en el subsuelo (dando soporte en granjas industriales, plantas procesadoras, minas de litio, fábricas de contenido, talleres electrónicos, etc.).
- La conveniencia sanitaria de la distancia física como modo de encubrir una economía telemática en expansión.
- Las alianzas mixtas (público-privadas) con fines de vigilancia masiva y recopilación de datos sensibles.
- Un estado de excepción permanente (donde el biopoder no tendrá contrapesos críticos). Si la internet depende de oligopolios con fines de lucro, sus lógicas de incidencia están muy lejos de la utilidad pública.
- El biocontrol de nuestros movimientos físicos (y económicos), la taxonomización de nuestros hábitos y nuestros deseos, la naturaleza de nuestros vínculos sociales y laborales, la eliminación de transacciones en efectivo (para disolver el anonimato), serán administrados por el tándem Estado-oligopolio digital.
Los gigantes tecnológicos aludidos en el último punto han constituido una especie de “quinto poder”. Su capital: Silicon Valley. EU tiene la necesidad de no quedarse atrás en relación a China que gastará cantidades ilimitadas para la infraestructura de vigilancia tecnológica más extensa del planeta, dejando a los gigantes tecnológicos chinos –Alibaba, Baidu y Huawei, Tencent, Bytedance, Meituan, Didi– la explotación comercial. [4]
El colapso civilizatorio
En la Cumbre de Río de Janeiro (1992) se determinó que los países con más recursos debían iniciar las acciones para un nuevo acuerdo climático, asunto ratificado en París en diciembre de 2015. Es evidente que se avanza en normalización de las condiciones meteorológicas extremas y que el llamado racismo medioambiental acontece. [Crisis climática | El Green New Deal puede y debe ser global I – El Salto]
En su momento, Donald Trump determinó que el Acuerdo de París era injusto para su país y decidió abandonarlo, lo cual se concretó en noviembre de 2020 aún con la oposición del Partido Demócrata. A pesar de que Joe Biden ha re-suscrito los Acuerdos de París (20 de enero de 2021), lo cierto es que –en general– desde el gobierno norteamericano se ha mostrado poca conciencia crítica sobre el peso específico de los EUA en la actual crisis ecológica.
Las emisiones per cápita de los Estados Unidos implican una responsabilidad innegable en la emergencia climática. De 1750 (cuando los combustibles fósiles comenzaron a usarse) hasta 2017, EUA ha emitido 399 mil millones de toneladas de dióxido de carbono, casi el doble de los 200 mil millones emitidos por China. Alemania, el Reino Unido e India han contribuido 91, 77 y 49 mil millones, respectivamente, mientras que el continente de África ha aportado solo 43 mil millones”. En cuanto a dióxido de carbono emitido per cápita, y solo con la excepción de países del Golfo Pérsico tales como Arabia Saudí o Qatar, los Estados Unidos también lideraron el ránking mundial en 2017, con 16,24 toneladas por persona anualmente. Le sigue Japón con 9,45; Sudáfrica con 8,05; y China, con 6,98. En el otro extremo, la mayoría de países africanos, salvo por los que producen petróleo, contribuyen en menos de media tonelada per cápita.
Las mujeres son hoy día las portavoces más visibles del activismo climático. lakota Tokata y Greta Thunberg son sólo dos ejemplos.
Y de África se habla poco pero Kenia lidera la innovación de las energías renovables con el suministro solar fuera de red que ilumina millones de hogares y alimenta electrodomésticos en las zonas rurales de África y del Sur asiático.
El Green New Deal forma parte de la justificación política del Plan de Acción sobre Finanzas Sostenibles de la Unión Europea (2018).
El destacado periodista Richard Seymour ha puntualizado que en el Reino Unido existe desde hace años el Green New Deal Group. El ala denominada Labour for a Green New Deal cristaliza inequívocamente esa posición política:
Tanto la versión de Ocasio-Cortez como la del Green NewDeal Group proponen un objetivo de cero emisiones netas.Para conseguir esto […] el crecimiento económico tiene que desacoplarse radicalmente de las emisiones de carbono y metano. […] Para alcanzar un 100% de energías renovables que sean capaces de alimentar una economía en perpetua expansión deben darse una serie de requisito: […]la industria de la energía fósil, con un valor mundial deunos 4,65 billones de dólares debe desaparecer. Estosupondría un shock económico, además de una ruptura conlos sistemas políticos que se han construido en torno a dicha industria. Segundo, y a no ser que tenga lugar un milagro tecnológico, la industria de la aviación va a tener que colapsar. […] Tercero […] los hábitos alimentarios tendrían que cambiarde forma dramática, con un uso mucho más eficiente de los alimentos y una reducción en el consumo de carne. […] no sería mala cosa que fuesen los estados capitalistas ricos los que liderasen los trabajos de mitigación, ya que son ellos los mayores emisores y contaminadores. El problema, por supuesto,es que una ecología capitalista global requiere de una acción global. No serviría de nada hacer que el capital dejase de contaminar el agua en Detroit si dejamos que siga deforestando la Amazonia. No serviría de nada «reverdecer»la agricultura en Norfolk solo para dejarque el capital británico se beneficie del aceite de palma en Sumatra. El extractivismo es global y tiene una dimensión imperialista.
Asistimos a evidencias significativas de que el llamado Green New Deal no se limita a una bitácora de buenas intenciones:
En 2020 Alexandria Ocasio-Cortez obtuvo el 70% de los votos en las primarias demócratas de Nueva York –lo que abrió una fisura al interior del Partido Demócrata al encarnar un contrapeso efectivo a las políticas partidarias del New Screen Deal en los hechos. Y es precisamente en ese nicho donde Joe Biden ha anclado su política ecológica.
La formación Europa Ecología-Los Verdes (EELV) está marcando la agenda electoral francesa (Lyon, Marsella, Estrasburgo, Poitiers, Burdeos son ya bastiones de esa plataforma política); el Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea es ya la cuarta formación en número de diputados del Parlamento Europeo.
Que para Joe Biden, el Green New Deal sea el marco adecuado para atemperar la crisis climática de cara a la posibilidad de alcanzar un nivel cero de emisiones para el 2050, y que la Comisión Europea anunciara (julio 2021) el objetivo de eliminar el uso de combustibles fósiles para el 2030, es alentador. No obstante, estas políticas se han tomado al tenor de lo que se ha venido reconociendo tarde y mal: el colapso civilizatorio lleva tiempo en marcha.[5]
“La bolsa o la vida”
Screen vs. Green. Esta oposición traduce literalmente el dilema que hoy enfrentan todos los gobiernos del mundo ante el coronavirus: ¿salvar vidas o salvar a la cadena productiva? ¿Las bolsa o la vida? El primer pacto opta por el acorazamiento de la economía mediante un férreo control político de los cuerpos, donde las prioridades marquen el necesario deslizamiento del biocontrol a la necropolítica. En el segundo caso, se apuesta a la posibilidad de preservar la vida sin sacrificio de la economía y, –ojalá– preservando las libertades fundamentales.
No es difícil concluir que hoy día, la mejor política económica es la sanitaria.
Alfonso Herrera
Notas
[1] Vencedora en la nominación para la candidatura al Congreso por el distrito 14 de la ciudad de Nueva York en 2018, Ocasio-Cortez obtuvo el escaño en la Cámara de Representantes a los 29 años de edad.
[2] Bradford DeLong, James,Concrete Economics: The Hamilton Approach to Economic Growth and Policy, Harvard Business Review Press, 240 pp.
[3] Profesor de la asignatura Economics of Innovation and Public Value en UCL. Director del IIPP (Institute for Innovation and Public Purpose).
[4] Para profundizar sobre la opinión que Naomi Klein tiene del Green New Deal, ver: https://youtu.be/j8MowXhqnlk
Véase asimismo: Naomi Klein. On Fire: The Burning Case for a Green New Deal [2019], London, Penguin, 2020, 336 pp
[5] Véase el extraordinario y monumental trabajo de: Fernández Durán, Ramón y Luis González Reyes. En la espiral de la energía. Colapso del capitalismo global y civilizatorio [2014], Libros en Acción (Madrid) y Baladre (Valencia), 2018.
Se puede leer aquí:
https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/adjuntos-spip/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-1.pdf
https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/adjuntos-spip/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-2.pdf