Radioactive Toy

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El deseo de la madre

El rechazo de la madre

Primera traducción:

Un niño se encuentra en cama hospitalizado. Tiene miedo y siente dolor. El cuarenta por ciento de su cuerpo está quemado. Alguien lo ha rociado con alcohol y luego, lo que parece casi inimaginable, le ha prendido fuego.

El niño llora por ver a su madre.
Es su madre quien le ha prendido fuego.

No parece importante el tipo de madre que un niño pierde, o cuán peligroso pueda resultar vivir a su lado. No importa si nos hace daño o prodiga sus caricias. Separarse de la madre es peor que estar en sus brazos cuando las bombas estallan por todos lados. Separarse de la madre es a veces peor que estar a su lado cuando ella misma es la bomba.

La presencia de la madre –de nuestra madre– es el equivalente de la seguridad. El temor de perderla es el que más tempranamente aparece.

Judith Viorst. El precio de la vida. Las pérdidas necesarias para vivir y crecer, Buenos Aires, Emecé Editores, 1990. (No se especifica el traductor)

Segunda traducción:

Un niño yace en una cama de hospital. Está asustado y dolorido. Las quemaduras cubren el 40 por ciento de su pequeño cuerpo. Alguien lo ha rociado con alcohol y luego, inimaginablemente, le ha prendido fuego.

Llora por su madre.

Su madre le ha prendido fuego.

No parece importar la clase de madre que un niño ha perdido. O lo peligroso que pueda ser habitar en su presencia. Tampoco importa si ella hiere o abraza. La separación de la madre es peor que estar en sus brazos cuando estallan las bombas. La separación de la madre es a veces peor que estar con ella cuando la bomba es ella.

La presencia de la madre –nuestra madre– representa la seguridad. El miedo a perderla es el primer terror que conocemos.


Traducción: Alfonso Herrera

Tercera traducción:

Un nen allitat en un hospital. Està espantat i adolorit. Les cremades cobreixen el 40% del seu petit cos. Algú l’ha ruixat amb alcohol i després, inimaginablement, li ha calat foc.

Plora per sa mare.

La seva mare li ha calat foc.

No sembla importar la mena de mare que un nen ha perdut. O com de perillós pot ser habitar en la seva presència. Tampoc no importa si ella fereix o abraça. La separació de la mare és pitjor que estar als seus braços quan esclaten les bombes. La separació de la mare és de vegades pitjor que estar amb ella quan la bomba és ella.

La presència de la mare –la nostra mare– representa la seguretat. La por de perdre-la és el primer terror que coneixem.

Cuarta traducción:

Un nen es troba al llit d’un hospital. Té por i dolor. Les cremades li cobreixen el quaranta per cent del petit cos. Algú l’ha ruixat amb alcohol i després, incomprensiblement, li ha calat foc. Plora per sa mare. La seva mare és qui li ha calat foc. No sembla importar la mena de mare que un nen ha perdut. O quant perillós pot ser restar en la seva presència. Tampoc no importa si ella fereix o abraça. La separació de la mare és pitjor que estar als seus braços quan esclaten les bombes. La separació de la mare és a vegades pitjor que estar amb ella quan ella mateixa és una bomba. Amb la presència de la mare –la nostra mare- assentem la nostra seguretat. La por de perdre-la és el primer terror que coneixem.

Judith Viorst Necessary Losses (Les pèrdues necessàries)

Traducción tercera y cuarta: Ezequiel Mir Casas

Análisis de las pérdidas necesarias:


En lo que respecta al primer texto castellanizado, la versión del traductor (que llamaremos invisibilizado por la incuria de la editorial Emecé) no refleja los matices del texto original. En estricto, ninguna traducción podría reflejarlos aunque todas las versiones posibles de ese texto podrían competir en degradarlos.¿Cuáles son esos matices? En estricto, dos: los relativos a la preposición y al genitivo. (La segunda versión en castellano busca destacarlos.)

a) He cries for his mother

Él [el niño] llora por su madre.

Hay aquí, de entrada, una triple interpretación que la preposición admite: “llora por ella”: porque la pide (inclinación y motivación están presentes en esta doble acepción); o bien “llora por ella”, porque fue precisamente ella quien le prendió fuego (la preposición aquí indica causa).

El psicoanálisis demuestra fehacientemente que entre el motivo y la causa debe hacerse una distinción (de ahí que nunca coincidan el objeto del amor y el objeto del deseo). El motivo es lo que incita a un movimiento, mientras que la causa puede ser antecedente o consecuente. Pero no en todos los casos lo que causa genera movimiento. Una causa puede generar justo lo contrario: la parálisis total, la inmovilización.

La preposición por condensa dos alocuciones latinas: pro y per.

Pro, en este caso está expresado como un “en favor de…”, “en virtud de…”. El niño llora en favor de su madre”, “en virtud de” que ella le falta (en términos de motivación).

Per, implícito en el “debido a…” (en términos de causa, ocasión o pretexto). El niño llora “debido a” que su madre le ha prendido fuego.

b) Separation from mother

[La] separación de la madre

En cuanto al genitivo, hablar de la separación de la madre implica las vertientes objetiva y subjetiva. En el sentido objetivo es la madre quien se separa; en el sentido subjetivo, el niño es separado.

Separation from mother es “la separación de la madre”, no “separarse de la madre” (To separate from mother), como sugiere el traductor invisibilizado.

La cisura que esta separación abre es doble: para la madre (en el sentido objetivo), y para el hijo (en el sentido subjetivo). Puede suceder también que el motivo de la separación que la madre opera cause una hiancia subjetiva en ella. Por ejemplo: el irse para siempre de un niño al que se hubiera querido conservar pero al que se desea abandonar, establece la distancia entre la motivación (del querer) y la causa (del desear).

Para el hijo, doble desgarramiento que busca advenir sutura: con la madre y también sin ella, condenado; preferible con ella (dice Viorst), como sugiriendo que más vale morir y verla, que no verla y tener vida.

Por otra parte, decir radioactividad es evocar la desintegración nuclear, adjetivo comúnmente usado para designar a la familia.

A child needs your love most when he deserves it least. -Erma Bombeck

Dear Franklin,

I know I wrote only yesterday, but I now depend on this correspondence to debrief from Chatham. Kevin was in a particularly combative humor. Right off the bat he charged, “You never wanted to have me, did you?”

Before being impounded like a pet that bites, Kevin wasn’t given to asking me about myself, and I actually took the question as promising. Oh, he reached for it in dull restiveness, pacing his cage, but there’s something to be said for being bored out of your mind. He must had previously recognized that I had a life, in order to go about ruining it with such a sense of purpose. But now he had further appreciated that I had volition: I’d chosen to have a child and had harbored other aspirations that his arrival might have thwarted. This intuition was at such odds with the therapists’ diagnosis of “empathic deficiency” that I felt he deserved an honest reply.

“I thought I did,” I said. “And your father, he wanted you– desperately.”

I looked away; Kevin’s expression of sleepy sarcasm was immediate. Perhaps I shouldn’t have cited, of all things, your desperation. Me, I loved your longing; I had personally profited from your insatiable loneliness. But children must find such hunger disquieting, and Kevin would routinely translate disquiet into contempt. 

“You thought you did,” he said. “You changed your mind.”

“I thought I needed a change,” I said. “But no one needs a change for the worse.”

Kevin looked victorious. For years he has tempted me to be nasty. I remained factual. Presenting emotions as facts –which they are– affords a fragile defense.

“Motherhood was harder than I’d expected,” I explained. “I’d been used to airports, sea views, museums. Suddenly I was stuck in the same few rooms, with Lego.”

“But I went out of my way,” he said with a smile that lifted lifelessly as if by hooks,”to keep you entertained.”

“I’d anticipated mopping up vomit. Baking Christmas cookies. I couldn’t have expected–” Kevin’s look dared me. “I couldn’t have expected that simply forming an attachment to you,” I phrased as diplomatically as I knew how, “would be so much work. I thought–” I took a breath. “I thought that part came for free.”

“Free!” he jeered. “Waking up every morning isn’t free.” 

“Not any more,” I conceded dolefully. Kevin’s and my experience of day-to-day life has converged. Time hangs off me like molting skin.

“Ever occur to you,” he said slyly, “maybe I didn’t want to have you?”

Lionel Shriver. We Need To Talk About Kevin, New York, Conterpoint, 2003, pp.67-68. 

Un niño necesita más vuestro amor cuando menos lo merece. -Erma Bombeck

Querido Franklin,

Ya sé que te escribí ayer, pero necesito contarte lo ocurrido en Chatham. Kevin estuvo de un humor particularmente combativo. De buenas a primeras, me espetó: «Tú nunca quisiste tenerme, ¿verdad?»

Antes de que lo encerraran como a un cachorrillo que muerde, Kevin no era dado a hacerme preguntas acerca de mí, así que ésa la interpreté como algo prometedor. Sí, se le ha ocurrido en un momento de intranquilidad y depresión, mientras caminaba de un lado para otro como si midiera su jaula, pero algo bueno debe de haber en eso de sentirse mortalmente aburrido. Ya debía de haberse dado cuenta con anterioridad de que yo tenía vida propia, pues, si no, no se habría dedicado a destrozarla con tanta deliberación. Y ahora debe de haber comprendido, además, que tengo voluntad propia: que escogí tener un hijo y que tenía otras aspiraciones que su llegada tal vez truncó. Esa intuición suya estaba tan en desacuerdo con la «deficiencia de empatía» que le habían diagnosticado, que consideré que merecía una respuesta sincera por mi parte.

–Creo que sí –dije –. Y tu padre también quería tenerte, y desesperadamente.

Desvié la vista, la expresión de soñoliento sarcasmo de Kevin fue inmediata. Tal vez no hubiera debido hablarle de tu desesperación. Pero es que me encantaba que la sintieras: me había aprovechado personalmente de tu insaciable soledad. Pero los niños deben encontrar inquietante un deseo tan profundo, y Kevin siempre traducía su inquietud en desprecio.

–Crees que sí –observó–. Es decir, que cambiaste de idea.

–Pensé que necesitaba un cambio –repliqué –. Pero nadie necesita un cambio para empeorar.

Kevin parecía sentirse victorioso. Durante años me ha tentado a mostrarme desagradable. Pero me mostré, simplemente, realista. Presentar las emociones como hechos –que es lo que son– permite una frágil defensa.

–La maternidad resultó más difícil de lo que me esperaba –expliqué–. Me había acostumbrado a los aeropuertos, a los paisajes marinos, a los museos… De pronto, me encontré confinada con Lego en unas pocas habitaciones.

–Pero yo también me aparté de mi rutina –dijo con una sonrisa tan forzada, que dio la sensación de estar prendida con ganchos de su boca– para mantenerte entretenida.

–Contaba con pasarme el día fregando vomitonas. Con hacer galletas para Navidad. Pero lo que jamás hubiera esperado… –Kevin me miró retador–. Lo que jamás hubiera esperado es que el simple hecho de encariñarme contigo -lo expresé lo más diplomáticamente que pude- me resultaría tan difícil. Pensaba… –Dejé escapar un suspiro–. Pensaba que esa parte del asunto resultaría fácil.

–¡Fácil! –se burló–. Despertar cada mañana no es fácil.

–Ya no –convine con pesar. La experiencia de Kevin de lo que es la vida diaria y la mía han acabado convergiendo. El tiempo cuelga de mí como una piel que estuviera mudando.

–Se te ha ocurrido pensar alguna vez –preguntó con sorna– que quizá yo no quería tenerte?

Lionel Shriver. Tenemos que hablar de Kevin, Barcelona, Anagrama, 2007, pp.94-95. Trad. de Javier Calzada.

Un infant necessita més el vostre amor quan menys s’ho mereix. —Erma Bombeck

Estimat Franklin,

Ja sé que et vaig escriure ahir, però necessito explicar-te el que ha passat a Chatham. Kevin va estar d’un humor particularment combatiu. De bones a primeres, em va deixar anar: «Tu mai m’has volgut tenir, oi?».

Abans que el tanquessin com a un cadell que mossega, Kevin no era donat a fer-me preguntes sobre mi, així que aquesta la vaig interpretar com una cosa prometedora. Sí, se li ha acudit en un moment d’intranquil·litat i depressió, mentre caminava d’un costat a l’altre com si mesurés la seva gàbia, però alguna cosa bona deu haver-hi en això de sentir-se mortalment avorrit. Ja devia haver-se adonat anteriorment que jo tenia vida pròpia, ja que, si no, no s’hauria dedicat a destrossar-la amb tanta deliberació. I ara deu haver comprès, a més, que tinc voluntat pròpia: que vaig escollir tenir un fill i que tenia altres aspiracions que la seva arribada potser va truncar. Aquesta intuïció seva estava tan en desacord amb la «deficiència d’empatia» que li havien diagnosticat, que vaig considerar que mereixia una resposta sincera per part meva.

— Crec que sí –vaig dir. I el teu pare també volia tenir-te, i desesperadament.

Vaig desviar la vista, l’expressió de somnolent sarcasme de Kevin va ser immediata. Potser no hauria hagut de parlar de la teva desesperació. Però és que m’encantava que la sentissis: m’havia aprofitat personalment de la teva insaciable solitud. Però els infants han de trobar inquietant un desig tan profund, i Kevin sempre traduïa la seva inquietud en menyspreu.

Creus que sí –va observar. És a dir, que vas canviar d’idea.

—Vaig pensar que necessitava un canvi –vaig replicar. Però ningú no necessita un canvi per empitjorar.

Kevin semblava sentir-se victoriós. Durant anys m’ha temptat a mostrar-me desagradable. Però em vaig mostrar, simplement, realista. Presentar les emocions com a fets –que és el que són– permet una defensa fràgil.

—La maternitat va resultar més difícil del que m’esperava –vaig explicar. M’havia acostumat als aeroports, als paisatges marins, als museus… De sobte, em vaig trobar confinada amb Lego en unes poques habitacions.

—Però jo també em vaig apartar de la meva rutina –va dir amb un somriure tan forçat, que va fer la sensació d’estar enganxada amb ganxos de la seva boca– per mantenir-te entretinguda.

—Comptava amb passar-me el dia fregant vomitades. Amb fer galetes per Nadal. Però el que mai no hauria esperat… –Kevin em va mirar desafiador. El que mai hagués esperat és que el simple fet d’encarinyar-me amb tu –ho vaig expressar tan diplomàticament com vaig poder– em resultaria tan difícil. Pensava… –Vaig deixar escapar un sospir. Em pensava que aquesta part de l’assumpte resultaria fàcil.

—Fàcil! –es va burlar–. Despertar cada matí no és fàcil.

—Ja no –vaig convenir amb tristor. L’experiència de Kevin del que és la vida diària i la meva han acabat convergint. El temps penja de mi com una pell que estigués mudant.

—Se t’ha acudit pensar alguna vegada –va preguntar amb sorna– que potser jo no volia tenir-te?

Lionel Shriver We Need to Talk About Kevin (Hem de parlar d’en Kevin).
Trad. de Ezequiel Mir Casas.

Radioactive Toy

Por increíble que parezca, los juguetes radioactivos han sido comercializados desde hace 70 años. El Gilbert U-238 Atomic Energy Lab fue un juego lanzado por AC Gilbert Company en EEUU en 1950 para que los niños experimentaran con reacciones nucleares utilizando material radiactivo.

El laboratorio nuclear diseñado por Gilbert incluía pequeñas muestras de material radioactivo y (cómo no) un pequeño contador Geiger, con el que los niños podían medir la cantidad de radiación recibida en cada sesión de juego.

La concepción de lo materno como un estrago caza muy bien con la idea de lo radioactivo. Las modernas Medeas no se cansan de ratificarlo. Por algo Lacan decía que Medea es una verdadera mujer, porque se entiende que en ella primero va la mujer antes que la madre. Y si hay que sacrificar al producto de lo materno (los hijos) para hacer valer lo femenino, se hace. Magda Goebbels lo certificará cuantas veces haga falta.

Ser el objeto de deseo de la madre o ser su objeto de goce, traduce dos existencias diametralmente opuestas. En el caso expuesto por Judith Viorst, y en el del personaje literario de Lionel Schriver, ¿de cuál de ambas posibilidades se trata? Nótese que también la perspectiva del hijo hacia la madre está presente: la madre es para el hijo (la hija) objeto de deseo u objeto de goce? Resolvamos ambas fórmulas valiéndonos, otra vez, del genitivo: el deseo de la madre, o el goce de la madre.

Lo cierto es que tenemos un problema cuando en el ida y vuelta del genitivo se implican dos órdenes libidinales (disolviéndose el carácter genitivo mismo): puede suceder que del hijo a la madre haya deseo mientras de ésta a aquél haya goce. Ya no se trata de un pasaje de dos vías sino des pasajes unidireccionales: del hijo a la madre (el deseo de –por– la madre); de la madre al hijo (el goce del –por el– hijo). 

En el caso del texto de Viorst se trata del deseo que la madre suscita en el hijo (llora por –pidiendo a– su madre) y del goce que en éste vehicula la madre (al prenderle fuego); en el fragmento de Shriver se juega en cambio el deseo que el hijo despierta en la madre (ella hubiera deseado escenificar la pantomima de lo materno) y del goce amboceptor en el que aquél se refocila y que además provoca en ésta. 

¿Quién es el juguete radioactivo de quién?; ¿de qué lado opera el fort-da en esta pareja simbólica?; ¿se trata de presencias ausentes o de ausencias presentes? Desde el punto de vista crítico, toda traducción presentifica la operación simbólica de lo que –accediendo al lenguaje– acusa una pérdida. Y aún así, lo perdido para siempre sigue siendo eficaz en lo que resta. ¿Cuál sería el equivalente al contador Geiger para saber cuánta radiación han recibido los protagonistas al final de cada juego?

Cuando en sus Contribuciones a la psicología del amor Freud discierne lo que llama la más generalizada degradación erótica,  distingue las corrientes sensual y tierna afirmando que en algunos casos el niño es un juguete erótico para la madre. Estamos en el campo del deseo. ¿Y cuando el niño es para la madre un juguete radioactivo (como lo es Kevin)?;  ¿o cuando la madre es la radioactiva y el niño el objeto de su goce (como sucede en el pasaje de Viorst)?

Ya se sabe: gestionar la convivencia de dos sujetos tan hirientes como sangrantes lleva a la fábula del puercoespín que Schopenhauer nos legara (y Freud citara en su estudio sobre la psicología de las masas): “Un helado día de invierno, los miembros de la sociedad de puercoespines se apretujaron para prestarse calor y no morir de frío. Pero pronto sintieron las púas de los otros, y debieron tomar distancias. Cuando la necesidad de calentarse los hizo volver a arrimarse, se repitió aquel segundo mal, y así se vieron llevados y traídos entre ambas desgracias, hasta que encontraron un distanciamiento moderado que les permitía pasarlo lo mejor posible”. [Arthur Schopenhauer. Parerga y Paralipómena, parte II, 31, Madrid, Trotta, 2006. Traducción de Pilar López de Santamaría.]

Puercoespín para la convivencia; árbol para el Homo sapiens, supuesto animal social.

                                                                                     Alfonso Herrera

Fun—and Uranium—for the Whole Family in This 1950s Science Kit

Porcupine Tree

Radioactive Toy

Run through forests on a hot Summer day
Trying to break down walls of numbing pain
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy

Taste the water from a stream of running death
Eat the apple and cough a dying breath
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy

Feel the sun burning through your black skin
Pour me into a hole, inform my next of kin
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy

Run through graveyards on a dusty Winter day
Spit the dirt out and try to say
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy

Juguete radioactivo

Corre por los bosques en un caluroso día de verano
Intentando derribar muros de dolor tumescente
Dame la libertad de destruir
Dame un juguete radioactivo

Prueba el agua de un arroyo de muerte que discurre
Come la manzana y tose un aliento desfalleciente
Dame la libertad de destruir
Dame un juguete radioactivo

Siente el sol ardiendo a través de tu piel negra
Viérteme en un hoyo, informa a mis parientes más cercanos
Dame la libertad de destruir
Dame un juguete radioactivo

Corre por los cementerios en un polvoriento día de invierno
Escupe la suciedad y trata de decir
Dame la libertad de destruir
Dame un juguete radioactivo

Traducción: Alfonso Herrera 

Joguina radioactiva

Corre pels boscos en un dia d’estiu calorós
Intentant enderrocar murs de dolor tumescent
Dona’m la llibertat de destruir
Dona’m una joguina radioactiva

Prova l’aigua d’un corriol de mort que discorre
Menja la poma i tus un alè defallent
Dona’m la llibertat de destruir
Dona’m una joguina radioactiva

Sent el sol cremant a través de la teva pell negra
Aboca’m en un forat, informa els meus parents més propers
Dona’m la llibertat de destruir
Dona’m una joguina radioactiva

Corre pels cementiris en un polsós dia d’hivern
Escup la brutícia i tracta de dir…
Dona’m la llibertat de destruir
Dona’m una joguina radioactiva

Traducción: Ezequiel Mir Casas

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